28 abril 2007

Marnie la ladrona: frigidez psicoanalítica

Marnie. USA, 1964.

Director: Alfred Hitchcock

Guionista: Jay Presson Allen, inspirándose en la novela de Winston Graham

Intérpretes: Tippi Hedren, Sean Connery

Temáticas de interés: Represión

Sinopsis:

Mark, un joven y acaudalado empresario, contrata para trabajar en su empresa a Marnie, una chica muy atractiva pero sin referencias. Empieza a flirtear con ella, pero antes de que la historia llegue a mayores la secretaria intenta desaparecer llevándose consigo una gran suma de dinero de la caja fuerte de la oficina. Mark la descubre a tiempo; en vez de llamar a la policía, la fuerza a instalarse en su casa como su prometida y se casa con ella poco después.

Comentario:

Marnie se disfraza y cambia de nombre y de ciudad cada poco tiempo. Antes de que pueda surgir cualquier lazo que la ate a una persona o un lugar, se traslada quemando además todos los puentes con sus robos. Sin amantes ni amigos, su único punto de referencia es su madre; ésta la desprecia (y por lo tanto Marnie se desprecia también a sí misma) y además la ha enseñado a desconfiar de los hombres. La joven no sólo rehuye el sexo sino cualquier muestra de afecto. La vida que elige es la de empezar de cero cada poco tiempo en un nuevo lugar.

Pero tal vez, como ella misma comenta no sin razón durante la película, su caso no sea menos patológico que el de Mark, un millonario que lo puede tener todo pero que se encapricha de una ladrona que de ninguna manera accede a tener relaciones sexuales con él. Como ya vimos cuando hablamos de Vértigo, es frecuente que los protagonistas masculinos en el cine de Hitchcock se obsesionen con mujeres complicadas, dejando de lado a chicas mucho más adecuadas para ellos. Mark tiene a Lil, una joven guapa y enamorada de él, viviendo en la mansión familiar, pero prefiere a una frígida, ta vez por otro complejo que le hace rehuir una relación afectiva sana, como en el caso de Marnie, pero conociendo a Hitchcock es probable que se trate más bien de fetichismo: Lil, morena, no es probablemente el tipo de mujer que le gusta. Mark desea, además, transformar a su objeto de deseo incluso contra su voluntad, rozando a veces la violación, algo también muy típico del hombre hitchcockiano.

Hitchcock era un gran amante del psicoanálisis, como ya había demostrado en Recuerda (1944), y la explicación que da a los problemas sexuales y la frigidez de Marnie es puramente psicoanalítica, como ocurría en la película que comentamos anteriormente, El cuarto hombre. Pero mientras esta última mantenía un tono onírico en el que se entremezclaban realidad y fantasía y que resultaba muy coherente con la trama psicoanalítica, Marnie la ladrona es un drama más convencional, por lo que su resolución nos puede resultar demasiado simple y un tanto coyuntural y pasada de moda.

Como ocurre siempre en el psicoanálisis, la frigidez de Marnie tiene su origen en un episodio traumático de su infancia que su yo consciente ha relegado al olvido; solamente podrá curarse trayendo a la mente los recuerdos reprimidos. Al final descubriremos, entre otras cosas que omitiré para no hacer demasiado spoiler pero que resultan muy previsibles, que la madre de Marnie era prostituta, por lo que la joven ha asociado el sexo con una recompensa económica. Ella seduce a los hombres a los que luego roba, considerando que el hecho de que ellos la deseen justifica que se quede con su dinero a cambio; no obstante, nunca llega a acostarse con ellos para no ser como su madre, que a su vez está obsesionada con la pureza de su hija para que ésta no llegue a seguir sus pasos.

A pesar de lo desfasada y un tanto simple que resulta en la actualidad esta lectura psicoanalítica, Marnie la ladrona sigue funcionando bien como psicodrama por lo creible que puede resultar hasta cieto punto el comportamiento de la protagonista, que por una brutal falta de autoestima se convierte en delincuente y rechaza el sexo al considerarse indigna de cualquier muestra de afecto.

Escenas destacadas:

  • Marnie hace horas extras a solas con el jefe en la oficina. Estalla una tormenta y la joven pierde el control; Mark acude en su auxilio, la toma entre sus brazos y aprovecha la ocasión para besarla.

Anécdotas:

  • Marnie la ladrona iba a ser la vuelta al cine de Grace Kelly tras haberse retirado de la gran pantalla en pleno éxito por su boda con el príncipe Rainiero de Mónaco. La actriz parecía estar dispuesta a aceptar el proyecto, pero interpretar a una ladrona podría haber sido mal visto por parte de la opinión pública y acabó rechazando el proyecto.
  • La muy comentada amistad entre Hitchcock y Tippi Hedren, que ha sido interpretada de muy diversas formas por críticos y biógrafos, llegó a su fin durante el rodaje de esta película, que concluyó con un ambiente muy tenso entre ambos.
  • No contó con excesivo éxito de taquilla en su momento, recaudando solamente lo justo para cubrir gastos. Fue además muy friamente acogida por la crítica y sólo el tiempo la ha revalorizado hasta cierto punto, puesto que sigue sin considerarse entre las grandes obras de su director.

Sobre el director:

Considerado casi oficialmente como el mejor director de la historia del cine, podríamos explicar de forma muy breve la importancia de Alfred Hitchcock (alrededores de Londres 1899 – Los Angeles 1980) centrándonos en que creó, fundiendo el cine negro con el melodrama psicológico, un género que no existía y que hoy resulta tan cotidiano como el thriller o película de suspense, y que fue un enorme revolucionario de la narrativa cinematográfica, consiguiendo integrar sus innovaciones en el cine más comercial y conjugar vanguardia y entretenimiento de una forma que nadie ha logrado antes ni después. Hitchcock es además un gran erotómano victoriano: producto de una cultura represora, el erotismo, que no se atreve a mostrar directamente prefiriendo llevarlo al terreno del fetiche, siempre va ligado en su cine al peligro y al pecado. Además del psicodrama sexual freudiano que representa Marnie la ladrona, llevó a cabo el ensayo fetichista de Vértigo y narró las peripecias de un asesino y violador en Frenesí.

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Cinetudes (francés)

09 abril 2007

El cuarto hombre: la viuda negra y el escritor

De vierde man. Holanda, 1983.

Director:
Paul Verhoeven

Guionista:
Gerard Soeteman, basándose en la novela de Gerard Reve


Intérpretes:
Jeroen Krabbe, Renée Soutendijk, Thom Hoffman

Temáticas de interés:
crimen sexual, homosexualidad masculina

Sinopsis:

Gerard, un escritor con problemas de dinero y de salud por beber demasiado, intenta ligar con un guapo jovencito en la estación mientras espera por el tren hacia una pequeña ciudad en la que tiene que dar una conferencia. Una vez allí conoce a Christine, la tesorera de la asociación que le ha invitado a dar su charla, y acepta su invitación para pasar la noche. Al día siguiente piensa regresar y abandonarla, pero descubre que es la novia del joven de la estación por lo que decide quedarse, a pesar de las amenazantes visiones que está teniendo que parecen querer avisarle de algún peligro relacionado con Christine.

Comentario:

Poco antes de emigrar a Hollywood, el director holandés Paul Verhoeven, que pronto empezaría una carrera de enorme éxito internacional con Robocop, Desafío total e Instinto básico, ponía en imágenes de forma onírica, hipnótica y morbosa una novela que gira en torno a los dos grandes ejes de su filmografía: eros y tanatos, el sexo y la muerte. Gerard, el protagonista (de mismos nombre y apellido que el autor del libro), de viva y calenturienta imaginación, sufre atroces visiones que parecen querer prevenirle de algún peligro. Estas fantasías derivan en parte de unas convicciones católicas que le fascinan y le crean culpabilidad al mismo tiempo, y en parte de su vida desordenada típica de escritor, en la que podemos intuir ciertas dificultades económicas y cierto abuso del alcohol.

Aunque se suele decir que El cuarto hombre trata de un escritor bisexual, Gerard muestra muy poca atracción por las mujeres. De Christine lo atraen su cuerpo y su aspecto andróginos, e incluso necesita cubrirle los pechos e imaginarse que es un chico para mantener relaciones sexuales con ella. No tiene gran interés en la chica y si finge enamorarse y querer seguir a su lado es para poder conocer a su novio, un guapo joven al que intentó ligarse el día anterior en la estación. La homosexualidad de Gerard resulta, eso sí, muy literaria, porque, de acuerdo con las tesis y la simbología freudianas que campan a sus anchas en la película, parece ir asociada a la misoginia, a un miedo atávico a las mujeres.

Y es que Christine, la regente de la peluquería Dalila, es la viva imagen de la castración, que Verhoeven no repara en mostrar sin tapujos en una de las terroríficas ensoñaciones del protagonista. Tiene un punto insensible en la espalda como las brujas y sus tres maridos murieron en extrañas circunstancias. El determinismo místico de Gerard le lleva a buscar una conexión entre todo lo que ocurre a su alrededor y a ver en sus pesadillas un mensaje divino de protección contra la mujer malvada en el enloquecido y espectacular final del film. Pero como ocurría también en Instinto básico, el impulso sexual es más fuerte que el de conservación: saber que la mujer lo llevará a la perdición no impide que Gerard se quede con ella con la intención de seducir a su amante.

Escenas destacadas:

  • Gerard se despierta resacoso; intenta afeitarse pero el temblor en la mano, debido probablemente al abuso de alcohol, se lo impide. Le pide al chico con el que ha pasado la noche que lo acompañe a la estación. Éste se niega y Gerard se imagina a sí mismo estrangulándolo.
  • Gerard está en la cama con Christine. Para excitarse le tapa los pechos con la mano y le dice cuanto se parece a un chico.
  • Christine se despierta en la cama con Gerard. Hurga entre sus piernas y él se da cuenta horrorizado de que tiene unas tijeras en la mano con las que le arranca sin dudarlo los genitales. En ese momento él se despierta: se trata de otra de sus pesadillas.
  • Gerard se refugia en una iglesia. En su imaginación calenturienta, uno de los crucifijos del lugar cobra vida: el crucificado no es otro que el guapo novio de Christine vestido sólo con un taparrabos. Gerard se lo baja y se dispone a practicarle una felación. Su fantasía sólo se detiene cuando ve la cara de horror de una de las feligresas.
  • Contento de quedarse a solas con él, Gerard consigue por fin seducir al novio de Christine. Los dos se refugian de la tormenta en un cementerio y se besan con lujuria en la secuencia más lúbrica del film. Pero un relámpago ilumina el interior del panteón en el que se han guarecido, que resulta ser la tumba de los tres maridos de Christine.

Anécdotas:

  • Al contrario que casi todas las otras obras de su director, tuvo una muy buena acogida entre los críticos y en los festivales internacionales de cine pero un resultado más bien flojo en taquilla. Tal vez por ello, no está entre las películas favoritas de Verhoeven, pese a ser una de sus obras maestras.
  • Años más tarde, Verhoeven llevaría a cabo Instinto básico, una película que podría verse como una versión en clave más comercial de El cuarto hombre, por volver a tratar el tema de la femme fatale. Surgió la idea de contratar para Instinto básico a la misma protagonista de El cuarto hombre, Renée Soutendijk, pero el director prefirió recurrir a una actriz americana (Sharon Stone, como muchos bien recordamos) para que el personaje resultara más ambiguo y no fuera automáticamente catalogada como la mala de la historia.
  • El autor de la novela en que se basa el film, Gerard Reve, es uno de los nombres más polémicos de la literatura en lengua neerlandesa en las últimas décadas, por su militancia homosexual y católica al mismo tiempo. Unos años antes de su muerte en 2006, el rey de Bélgica (puesto que Reve es flamenco) se negó a otorgarle un importante premio literario porque su pareja había abusado al parecer de un menor.

Sobre el director:

A Paul Verhoeven (Amsterdam, 1938) no le gusta pasar desapercibido. En su país natal, Holanda, se hizo famoso durante los años 70 dirigiendo películas de alto contenido erótico como Delicias turcas (1973), la escandalosa Spetters (1980), o El cuarto hombre (1983). En ellas aparecía un tratamiento del sexo muy explícito y crudo, poco complaciente e integrado en una visión pesimista de la naturaleza humana fruto de su educación religiosa. A continuación viajó a Estados Unidos donde su forma igualmente áspera de mostrar la violencia destacó en Robocop (1987) y Desafio total (1990). A continuación volvió a dar rienda suelta a su gusto por el escándalo con Instinto básico (1992), Showgirls (1995), clasificada X en los Estados Unidos, y la adaptación de la novela de ciencia-ficción de extrema derecha Starship troopers (1997). Tras el enorme éxito comercial de sus primeras películas americanas, su obra posterior a Instinto básico no ha tenido la misma repercusión.

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