28 enero 2007

A la caza: entre botas, esposas y cuero

Cruising. USA, 1980.

Director: William Friedkin

Guionista: William Friedkin, basándose en la novela de Gerald Walker

Intérpretes: Al Pacino, Paul Sorvino, Karen Allen, Richard Cox

Temáticas de interés: homosexualidad masculina, crimen sexual, sadomasoquismo, sexo esporádico

Sinopsis:

Un asesino en serie que mata a sus víctimas después de tener relaciones sexuales con ellos siembra el terror entre la comunidad homosexual de Nueva York. Para capturarlo, la policía decide infiltrar a Steve, un agente heterosexual, como topo en la zona donde opera el psicópata: los locales más fuertes del ambiente gay, particularmente los de estética leather y sadomasoquista.

Comentario:

A diferencia de muchas de las películas comentadas en este blog, los valores estrictamente cinematográficos de A la caza son escasos; como thriller es muy confuso, no juega con la intriga de averiguar quien será el culpable, ni tampoco la investigación policial reviste mucho interés, sino que el agente se “topa” con el asesino de forma casi casual; para más, el ambiguo final lleno de cabos sueltos siembra la duda acerca de su culpabilidad sin aclarar gran cosa. Estos elementos podrían no verse como defectos si el film no pretendiera ser un thriller clásico, sino que utilizara la trama detectivesca como excusa para abordar lo que tal vez sea el tema principal de la película, como un policía típicamente heterosexual tiene que hacerse pasar por gay, vivir en la zona de ambiente de San Francisco, y alternar por los bares más sórdidos del village, sintiéndose cada vez más atraído y fascinado por la estética fetichista y por el estilo de vida de sexo rápido y sin ataduras que le rodea.

Aplicando este segundo enfoque, es cuando A la caza deja boquiabierto al espectador actual mostrando a una estrella de Hollywood como Al Pacino metido en locales donde tiene lugar todo tipo de sexo entre hombres a la vista de todos, sin tratarse además de una producción independiente, sino de un thriller comercial de un gran estudio. No obstante, de ahí surge también el problema de la película. Por muy atrevida que fuera en su día (de hecho hoy en día sería impensable ver a un actor mínimamente conocido atado y dispuesto a tener una relación homosexual sadomasoquista, o presenciando una sesión de fist-fucking, entre otras cosas), la historia se resiente de no poner toda la carne en el asador y no atreverse a afirmar con rotundidad que el protagonista está dudando de su heterosexualidad y que le está empezando a gustar lo que ve. Se afirma con cierta ambigüedad que el policía está confundido y que su misión le está afectando, pero no se llega a decir con claridad en que sentido le afecta. Por la misma razón, no acaba de pasar a segundo plano la trama detectivesca que, como ya se ha mencionado, resulta fallida y más mal que bien construida.

Así pues, el interés de A la caza reside en su condición de curiosidad como proyecto típico de la borrachera de finales de los años 70 que en la actualidad sería implanteable por su incorrección política en todos los sentidos. Y es que, curiosamente, las críticas al film no vinieron en su momento de sectores conservadores, sino de colectivos de gays y simpatizantes que protestaron por la identificación que se da en el film entre homosexualidad, promiscuidad, sexo duro, y también enfermedad mental y muerte. Es cierto que resulta altamente tendencioso que la primera película de Hollywood que habló sin tapujos de la homosexualidad lo hiciera recreándose en los locales más sórdidos y llevara en inglés el título de cruising, término que se emplea para la búsqueda de sexo rápido y esporádico en parques y sitios públicos; no obstante, un letrero al comienzo del film ya aclara que la realidad que se muestra en él no representa a todos los homosexuales sino a una pequeña parte de ellos, y también existe un personaje secundario, el vecino del protagonista, que vive su tendencia sexual de otra forma y sin promiscuidad. Seguramente el problema no es la existencia de films como éste, aunque puedan reforzar ciertos estereotipos, sino más bien la ausencia en el cine comercial de otras películas que den otras visiones acerca de la homosexualidad. En todo caso (al menos a juicio del que escribe) la ambigüedad y la presunta homofobia de A la caza son muy preferibles a la asepsia políticamente correcta de la mayoría de films comerciales actuales, donde el gay es un personaje secundario, el mejor amigo guapo y asexuado de la protagonista, a la que da buenos consejos sobre los hombres mientras la acompaña a comprar vestidos.

Escenas destacadas:

  • Un chico liga con otro en la calle y va con él a una habitación de hotel. Allí accede a ser atado como juego erótico; una vez inmovilizado, su misterioso acompañante saca un cuchillo de una de sus botas de cuero y lo apuñala causándole la muerte.
  • Steve, el policía infiltrado, visita una tienda de ropa con el fin de adquirir la indumentaria adecuada para visitar los locales leather. Respondiendo a sus preguntas, el dependiente le asesora sobre el significado de los pañuelos de diversos colores que hay a la venta.
  • En su juerga nocturna, Steve entra en uno de los locales más fuertes de la zona de ambiente. Allí se suceden todo tipo de escenas; la más impactante, una sesión de fist fucking (penetración con el puño) por parte de dos clientes. Pese a ser un agente real, Steve es paradójicamente expulsado del local por no ir vestido de policía como exige el código de vestimenta del lugar.

Anécdotas:

  • El director Brian de Palma se interesó por el proyecto, pero no logró adquirir sus derechos. Acabó haciendo Vestida para matar, que podría considerarse hasta cierto punto como una versión heterosexual de A la caza.
  • Para lograr mayor realismo, el film se rodó al parecer en locales gay reales de Nueva York, siendo muchos de los extras los dueños y clientes habituales de los clubs.
  • Su recaudación en taquilla, de unos 13 millones de dólares, fue discreta, y más fría aún resultó la acogida entre la crítica. De hecho, el film estuvo nominado a los más bien reaccionarios premios razzie o antioscar en las categorías de peor película, director y guión del año.

Sobre el director:

Nacido en Chicago en 1935, William Friedkin ascendió al Olimpo de Hollywood a comienzos de los años 70 por llevar a cabo The french connection (1971), que le valió el Oscar al mejor director, y a continuación la famosísima El exorcista (1973). No obstante, el escaso éxito de su cine posterior, en el que nunca ha logrado aproximarse siquiera a la aceptación que tuvieron estas dos películas, le ha convertido en la gran promesa incumplida entre los nuevos cineastas de ese período, y en un nombre menor comparado con otros compañeros de generación, como Steven Spielberg, Martin Scorsese o Francis Ford Coppola. El erotismo no ha ocupado un lugar muy destacado en su cine, con la excepción del film que nos ocupa y de otro thriller erótico de escaso éxito comercial, Jade (1995), que pretendía seguir la estela de Instinto básico.

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12 enero 2007

El infierno: frente al abismo de los celos

L’enfer. Francia, 1994.

Director : Claude Chabrol

Guionistas : Claude Chabrol y Henri-Georges Clouzot

Intérpretes: François Cluzet, Emmanuelle Béart

Temáticas de interés : obsesión, adulterio

Sinopsis:

Paul y su mujer Nelly han acondicionado un hotel rural donde recibirán a huéspedes que pasen sus vacaciones y fines de semana en el campo. Han hecho una gran inversión, tienen deudas y Paul se encuentra nervioso y estresado. Además, últimamente está empezando a oír voces en su cabeza que le dicen que su mujer le es infiel y que todo el mundo lo sabe.

Comentario:

Aparte de las adaptaciones de Otello, la famosa obra de Shakespeare, el tema de los celos ha sido abordado en el cine con gran acierto en dos películas: la que nos ocupa y Él, un melodrama con toques perversos y fetichistas muy propio de la etapa mexicana de Luis Buñuel, que, al igual que El infierno, ofrecía una muy buena descripción clínica de esta enfermedad. Por razones culturales bien conocidas, no es de extrañar que las dos películas sean obras de directores latinos, uno de ellos español afincado en México y el otro francés. Ambos films muestran el progresivo deterioro mental, el infierno, que el celoso sufre y hace sufrir a su pareja.

Paul, el protagonista de El infierno, empieza a tener problemas para conciliar el sueño. Parece lógico por lo complicado de las deudas y las obras a las que tiene que hacer frente para levantar el hotel con el que vivirán él, su mujer y su pequeño hijo, pero las voces que oye en ocasiones en el interior de su cabeza nos dicen que sufre algo más grave que simple estrés. El oír voces que no existen es un típico síntoma de un brote esquizofrénico, que pronto irá tomando forma en los celos que empiezan a atormentarle cada vez más. Nelly, su mujer, es hedonista e infantil; le gusta vestirse como una niña, con vestiditos muy cortos, seducir y gustar a los clientes. Su inmadurez la hace ser el prototipo de esposa a la antigua, para la cual la función de una mujer es dedicarse a las relaciones sociales y ser la chica guapa y simpática que va de compras, cuida del bebé y vive en una adolescencia permanente, mientras su marido se encarga de las facturas, la gestión del negocio y las cosas de mayores. Por ello, cuando Paul se ve superado por las circunstancias y su enfermedad empieza a manifestarse, ella no sabe ni mucho menos darle la ayuda que necesita y va a ser al mismo tiempo víctima y cómplice del peligroso proceso autodestructivo que se está iniciando en la pareja.

En los países mediterráneos, los celos tienden a verse con condescendencia como algo normal, incluso como una muestra de amor, o tal vez como un defecto leve. En realidad se trata de una patología cuya causa no es desde luego que la otra persona dé motivos para que su pareja tenga celos (eso sería como decir que la mujer maltratada lo es porque se porta mal y hace falta enderezarla a golpes), sino un profundo complejo de inferioridad y una muy baja autoestima. La persona celosa no se quiere a sí misma, es por lo tanto también incapaz de amar a su pareja, y piensa que ésta comparte el mismo sentimiento de desprecio y está con él, o con ella, por interés o porque no puede estar con otra persona, pero que cuando encuentre a otra pareja lo abandonará. Además, con su comportamiento obsesivo consigue muchas veces que su pesadilla se haga realidad: harta de sentirse espiada, acosada y de que no confíen en ella, la pareja del celoso pronto empezará a mentirle para evitar escenas, desconfianzas y reproches, la confianza y la convivencia entre ambos se verán muy afectadas, y es probable que, efectivamente, acabe engañándolo y dejándolo por otra persona, con lo cual el celoso ve confirmadas y reforzadas sus sospechas, y probablemente se mostrará aún más desconfiado y posesivo con su siguiente pareja.

En la película, no sabemos si Paul había tenido problemas con otras mujeres antes de casarse con Nelly, pero está claro que la causa de su desconfianza está en su cabeza, y no en que su esposa vista de forma provocativa o flirtee un poco con otros hombres, aunque para mantener el interés dramático el film juegue a la ambigüedad de una forma un tanto perversa, sin que tengamos claro si ella quiere seducir a otros hombres o si es la mente enferma de Paul la que ve las cosas así. En cualquier caso, el grave error que ella comete es intentar aplacar los celos siguiéndole el juego a su marido, dejando de salir y encerrándose en casa, con lo cual sólo consigue empeorar las cosas. No tomará medidas ni pedirá ayuda psiquiátrica hasta que la situación esté totalmente fuera de control y haya desembocado en malos tratos graves, de los que los celos suelen ser la antesala. El infierno es una película de fácil visión por su calidad y el buen hacer del director y los protagonistas, pero muy dura y por desgracia terriblemente certera.

Escenas destacadas:

  • Nelly coge el autobús para ir al pueblo y se despide de su marido, que la mira desde la ventana. En el gesto que hace al despedirse, su mano hace durante un brevísimo tiempo el gesto de poner los cuernos, con los dedos índice y meñique hacia arriba.
  • Un cliente pone ante el resto de los huéspedes del hotel el video que ha grabado durante los días anteriores. Al aparecer imágenes de Nelly, Paul la ve en la pantalla besándose con uno de los clientes y piensa que los demás están viendo lo mismo que él, por lo que interrumpe la exhibición del video a gritos.

Anécdotas:

  • L’enfer era un proyecto inacabado emprendido por el genio del cine negro francés anterior a Chabrol, Henri-Georges Clouzot, en 1964. Tras varios días de rodaje, Clouzot tuvo que abandonar la película al sufrir un infarto. Romy Schneider iba a interpretar el papel de la esposa y Jean-Louis Trintignant el del marido. El guión original de Clouzot no era lineal como el de la versión de Chabrol, sino que comenzaba con la esposa atada a la cama y tenía una moderna y confusa estructura de flash-backs.
  • El film acaba con un cartel de sans fin (sin fin), ya que, según Chabrol, los tormentos del infierno no pueden tener final.

Sobre el director:

Claude Chabrol nace en París en 1930. Junto con François Truffaut, Jean-Luc Godard, Eric Rohmer y Alain Resnais, forma parte de la llamada nouvelle vague que va a revolucionar el celuloide francés de finales de los 60 y que sentará las bases del cine moderno en todo el mundo. Dentro de esta corriente, Chabrol llevará a cabo un muy particular cine negro especializado en diseccionar las neurosis y los conflictos personales y familiares de pequeñoburgueses que viven en ciudades de provincias, inspirándose muchas veces en historias que lee en la sección de sucesos de los periódicos. El sexo y el erotismo un tanto malsanos forman parte de los secretos que suelen esconder sus personajes.

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02 enero 2007

Jamón jamón: sexo ibérico

Jamón, jamón. España, 1992.

Director : Bigas Luna

Guionistas : Bigas Luna y Cuca Canals

Intérpretes: Penélope Cruz, Javier Bardem, Jordi Mollà, Stefania Sandrelli, Juan Diego, Anna Galiena

Temáticas de interés : Machismo, adulterio

Sinopsis:

Silvia, la hija de la dueña del puticlub de un pueblo del interior de España, sale con José Luis, hijo de una de las familias ricas del lugar. La madre de José Luis se opone a esa relación y le paga a un macarrilla, Raúl, para que la seduzca.

Comentario:

Con Jamón, jamón, uno de sus títulos más ambiciosos, Bigas Luna pretende llevar a cabo, de forma muy consciente, todo un retrato de España. Para ello rueda la película en los Monegros, uno de los paisajes españoles por antonomasia, y utiliza con descaro varios símbolos patrios: aparte de la gastronomía más típica, paella, tortilla, jamón y ajo, y del toro de Osborne, los personajes del guión no podían funcionar mejor como estereotipos de lo latino. En este último aspecto, esta es la película en la que el siempre polémico y poco sutil realizador logró un mayor equilibrio al retratar el machismo y los tics de la España profunda situándose en el filo entre la crítica y la exaltación, algo que no lograría en películas posteriores más zafias como Huevos de oro o Bámbola.

Pese a ser por lo general uno de los cineastas más vapuleados por los colectivos feministas, en esta ocasión Bigas Luna (que suele escribir sus guiones a dúo con una mujer, Cuca Canals) da una visión profundamente matriarcal de la sociedad española oculta tras una capa superficial de machismo. Los hombres en su película, y probablemente también fuera de ella, gritan, golpean, y se exhiben para parecer dominantes cara a la galería, pero de puertas para dentro son las mujeres quienes toman las decisiones. La madre de Silvia echó a su marido de casa, es de suponer que por violento e indeseable; en casa de José Luis, el padre no está ausente en teoría, y además es el hombre de empresa que supuestamente sostiene a la familia, pero la realidad es que vive totalmente anulado por su mujer y es un cero a la izquierda en su propio hogar, por lo que suele refugiarse en los maternales brazos de Anna Galiena, dueña del puticlub del pueblo, al que también acude su hijo José Luis. Frente a la madre castrante que estropea a su hijo tratándolo con mimos de niño que rozan el incesto, la prostituta aparece como la cara positiva del poder matriarcal, que aparte de proporcionar el reposo del guerrero a los hombres del lugar, ha criado sola a su familia y ayuda a su hija cuando esta la necesita, pero por lo demás la deja actuar a su aire.

Así pues, Jamón, jamón resulta ser un cuento de hadas con una heroína inocente (Penélope Cruz en su primer papel) enfrentada a una malvada madrastra-bruja y protegida por una madre-hada. Las mujeres son las que actúan y las que deciden con quien se acuestan y cuando lo hacen, mientras que los hombres, chulos, inmaduros, esclavos de su apetito sexual e incapaces de tomar decisiones de ningún tipo, son títeres de ellas que, además, cuando reaccionan, lo hacen con la fuerza bruta ocasionando la tragedia. El culebrón se ve aderezado y retorcido con sexo a múltiples bandas (cada personaje del film se acuesta al menos con otros dos), configurando una obra muy excesiva y un tanto forzada y grotesca, dotada, eso sí, de una atrayente puesta en escena tan efectista como efectiva.

Escenas destacadas:

  • Raúl y un amigo se quitan la ropa, entran en el corral de las vaquillas de noche e intentan torearlas. El hacerlo desnudos le provoca una erección a uno de ellos; al ser descubiertos, tendrán que escapar corriendo.
  • La madre de José Luis seduce a Raúl. Intimidado por una mujer de más edad y experiencia, Raúl tiene problemas de impotencia, que ella sabe solucionar.
  • En plena rabieta al descubrir que Silvia lo engaña, José Luis se sube a una de las famosas vallas del toro de Osborne y lo golpea hasta arrancarle la parte que representa los testículos del animal.
  • José Luis y Raúl se pelean por Silvia en un duelo a jamonazos, utilizando la pata de jamón como arma.

Anécdotas:

  • Jamón, jamón fue una apuesta por los nuevos actores que rompía con una época de un gran anquilosamiento del cine español, en la que todos los papeles estaban en manos de un reducido grupo de intérpretes (Jorge Sanz, Maribel Verdú, Gabino Diego, María Barranco) más bien poco apreciados por el público. Jordi Mollà, y sobre todo Penélope Cruz y Javier Bardem, reavivaron el star-sytem nacional iniciando carreras de gran éxito.
  • La acogida del público hacia el film fue buena, con más de 600.000 espectadores en España; en general también consiguió buenas críticas en la prensa.
  • Obtuvo el León de Plata (premio a la segunda mejor película) en el festival de Venecia de 1992. En los premios Goya de ese año logró nominaciones en las principales categorías: película, director, actor y actriz protagonista, pero se fue de vacío. El gato al agua se lo llevó ese año Belle Epoque de Fernando Trueba.
  • En vista del éxito, Bigas Luna decidió que la película era el comienzo de una trilogía sobre España que continuaría con Huevos de oro (1993) y La teta y la luna (1994): la primera tuvo buena respuesta de taquilla pero muy mala crítica, y la segunda pasó muy desapercibida a todos los niveles.

Sobre el director:

Bigas Luna nace en Barcelona en 1946 e inicia su carrera cinematográfica a finales de los años 70. Títulos como Bilbao (1978) o Caniche (1979) ya definen un estilo comercial y sensacionalista, además de un erotismo sofisticado, elementos hasta entonces poco frecuentes en el cine español. Tras algunos films de escaso éxito durante los años 80, Las edades de Lulú (1990), adaptación del best-seller de Almudena Grandes, lo relanza como uno de los principales erotómanos de nuestro cine, además de abrirle mercados en Francia y sobre todo en Italia. Desde entonces le gusta mezclar películas más crudas y explícitas con otras más románticas y oníricas, aunque nunca ha vuelto a repetir el éxito de Las edades de Lulú o Jamón, jamón. Tras cinco años de ausencia en las pantallas, ha estrenado hace poco Yo soy la Juani (2006).

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